A Gabriel García Márquez sus amigos le recuerdan como un
hombre generoso y leal al que la fama nunca separó de sus allegados y que
mantuvo siempre un vínculo profundo con su origen caribeño, fuente de
inspiración para su obra.
"Ni él
cambió con los amigos en función de la fama ni los amigos cambiamos con
él", dijo a Efe el escritor, periodista y diplomático colombiano Plinio
Apuleyo Mendoza sobre su amistad con el premio nobel, que se remonta a 1947,
cuando se conocieron en un café del centro de Bogotá.
García Márquez
era entonces un joven bastante bohemio recién llegado a la capital colombiana,
"uno de los tantos estudiantes que vienen de la costa Caribe", según
lo describe Mendoza en "Aquellos tiempos con Gabo", una de sus obras
sobre su relación con el escritor.
Para entonces,
el joven nacido en Aracataca en 1927 ya cortejaba a la que sería su compañera
de toda la vida y madre de sus dos hijos: Mercedes Barcha Pardo, una muchacha
de ascendencia egipcia y oriunda de Magangué, a la que conoció en un baile en
Sucre, durante unas vacaciones en las que fue a visitar a sus padres.
Los amigos de
Gabo siempre fueron los mismos y, según Mendoza, ese vínculo que superó la
distancia y vicisitudes sólo empezó a debilitarse en los últimos años debido a
los quebrantos de salud del autor de "Cien años de soledad", en
especial a los problemas de memoria.
"Los primeros lectores de sus obras éramos cinco o seis
amigos colombianos que leíamos sus manuscritos", recuerda sobre esa
amistad que se solidificó en París donde ambos coincidieron años después y que
continuó en Caracas, La Habana y Bogotá dedicados al ejercicio del periodismo.
Mendoza es de
los pocos amigos que le sobrevive en Colombia pues de los célebres integrantes
del Grupo de Barranquilla, que en los años cuarenta y cincuenta marcó la
historia literaria del país y del que García Márquez formó parte con
intelectuales como Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Ramón Vinyes "el
sabio catalán", Alfonso Fuenmayor y Alejandro Obregón, entre otros, todos
fallecieron.
En esos años la
bohemia fue una característica de Gabo que trasnochaba en tertulias literarias
al calor del ron blanco y acompañado de sus inseparables cigarrillos, hasta que
dejó ese hábito, por allá en los años setenta en Barcelona y pasó a ser
"un fumador retirado", como se definió.
En esas veladas
había espacio también para otros temas, como los éxitos de la orquesta cubana
La Sonora Matancera, que vivía su época dorada, o la habilidad del futbolista
Alfredo Di Stéfano, estrella del momento en el club bogotano Millonarios, según
diversos testimonios.
De la generosidad del escritor con sus amigos también da fe
Mendoza, quien está convencido de que García Márquez intervino muchas veces,
sin contárselo a nadie, para salvar la vida de algunos que corrían peligro por
la violencia desbordada de los años noventa en Colombia, entre ellos él mismo.
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